viernes, 13 de abril de 2012

"Los cortados"

“La ruta de los cortados” Cabezón de Pisuerga (Valladolid).


No sabíamos muy bien si las nubes nos darían tregua y podríamos disfrutar tranquilamente de los planes que nos habíamos marcados.

Aunque cerca de nuestra tierra, desconocíamos por completo el itinerario del sendero, de hecho la primera toma de contacto ha sido confundirnos de camino “Creo que por aquí vamos mal, tenemos que tomar el camino de las bodegas...”

El Gps de Amadeo ya había comenzado a tomar los primeros datos y volviendo sobre nuestros pasos cogimos el camino “bueno” y el repecho que habíamos visto en el panel informativo a la entrada del pueblo daba sus frutos. Tramo duro para nuestras piernas, últimamente no acostumbradas a este tipo de terreno (el invierno nos ha acostumbrado a las rutas urbanas y al levantamiento de vidrio). La subida al cerro hizo poner nuestras pulsaciones a mil pero el amor propio y las ganas de disfrutar de las vistas nos llevó hasta la cumbre. Unos 930 metros de altitud con un desnivel medio de 150 m. fueron suficientes para contemplar las vistas; al sur Valladolid, al este Cigales y los aerogeneradores de Ampudia, al norte los primeros pueblos de Palencia...


Entre repecho y repecho, subida y bajada, nuestras piernas se iban acostumbrando y los comentarios se iban sucediendo... El terreno cambió completamente pasando de lo rocoso y empedrado a los bosques de pinos; “un paisaje precioso”.

La llegada a la cima de los cortados no se hizo esperar y el paisaje de nuevo nos pareció muy bonito. Lástima del viento que nos cortaba sin parar y que frenaba nuestra andadura, pero como el sendero se nos hizo ameno decidimos prolongarlo un poco hacia los siguientes cortados para hacernos unas fotos allí.


El camino de vuelta, mucho más asequible y de terreno menos pronunciado, camino de ribera por el margen del Pisuerga. Decidimos parar a tomar el tentempié de rigor en el pinar: bocata de lomo y queso, plátano para reponer el potasio…”y del postre ya me he encargado yo” - decía Miguel, “que un poco de dulce no viene mal, jaja”.

Entre risas y diretes comenzamos el camino de vuelta al punto de inicio por el camino del pinar, un sendero perfectamente marcado y sin ninguna dificultad. La vista del puente romano nos marcaba el final de nuestro recorrido.
El final, un cafecito, una buena conversación con los amigos, los comentarios de la jornada y como no, unas buenas risas de rigor.


Como siempre, una experiencia fabulosa.

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