domingo, 8 de diciembre de 2013

Invierno helado

Parece nieve, pero no lo es. Es la primera cencellada que podemos ver. La caminata se pronostica dura pero... podemos. La belleza del paisaje y la marcha rápida hace que al final de la mañana nos sobre alguna "capa" de ropa.

El manto blanco cubría casi todo y el paisaje se antoja cada vez más invernal. Estampas blancas y el río casi helado. Un paraje "casi" desconocido.

Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
(Fragmento de "Jardín de Invierno" Pablo Neruda)

          

                        



martes, 19 de noviembre de 2013

A la vuelta de la esquina

A veces lo cotidiano pasa desapercibido delante de nuestros ojos. Todos los días nos levantamos con las mismas rutinas, los mismos quehaceres, las mismas caras, los mismos sitios... No miramos más allá de lo que no queremos ver, no nos paramos a pensar en que lo que tenemos más cerca, lo que vemos todos los días, es y sin darnos cuenta, lo más bonito, lo más puro, lo que nos hace sentirnos bien. Buscamos en la lejanía lo que no tenemos para sentirnos mejor sin apreciar lo nuestro, lo verdadero.

¡Disfrutad de lo más cercano!

Un día cualquiera, en un momento cualquiera...



viernes, 8 de noviembre de 2013

La Senda de Piñón y la Resina

La senda del Piñón y la Resina atraviesa Tierra de Pinares, en la zona sur de Valladolid.

La Tejada de Tosande nos dejó buen sabor de boca y la entrada del invierno con el cambio de hora incluido hace que nuestros días sean más cortos.
¿Tostón o lechazo? Igual nos da que nos da lo mismo.

Partimos de la localidad de Bocigas a eso de las 11 a.m.  (hoy no hacía falta madrugar mucho). Ruta corta y de fácil recorrido.
Desde Bocigas y tomando como referencia un panel interpretativo cogimos dirección a la Ermita de San Pelayo, aunque no llegamos hasta ella, pues decidimos tomar el camino recto del pinar.
Cruzamos el arroyo Torcas, hoy seco, y un poco más adelante vimos las ruinas de una antigua casa forestal. El pinar de Mohago es extenso, un pinar denso, de altos árboles, sombrío, pero el día clareaba y la marcha se hacía amena charlando y contándonos las historias ocurridas durante la semana.
 Casi sin darnos cuenta nos plantamos en el puente del río Adaja. ¿Y ahora qué? Sin mapa, sin brújula, sin conocer el terreno ni la senda…era de suponer. Alrededor de media hora dando vueltas por este entorno hasta que localizamos de nuevo la senda. La falta de señalización nos despistó pero eso sirvió para estar un buen rato riéndonos, bajando por los repechos esperando ver caerse a alguno de nosotros…


    

Por fin localizamos de nuevo la senda y tras unos cuantos kilómetros más llegamos al pinar de la Cabaña. A lo lejos, la Zarza. A las 3 nuestro “tostón” asado. Decidimos darnos la vuelta para llegar a tiempo, preparar la mesa, tomar un bueno vino y degustar, eso si nos va…


La tarde amena, tranquila, apacible… al calor de una buena chimenea. ¡Qué bien nos cuidáis!



lunes, 28 de octubre de 2013

La Tejada de Tosande

Sábado 26 de Octubre. Destino: dehesa de Montejo, más concretamente kilómetro 2 de la C-624, carretera que une Cerveza de Pisuerga con Guardo. Raúl, Conchi, Miguel, María, Rocío, Alice, Fran y un nuevo compañero montañero, “Kash”.


Después de una semana de lluvia, viento e inestabilidad temporal, amaneció un día nublado, con niebla en la carretera y un aire fresco que nos hacía dudar de si “pillaríamos” esa lluvia no deseada en el día de hoy.

Alrededor de las 10:30 ya estábamos equipados con todo nuestro arsenal de mochilas, bastones y demás enseres para comenzar nuestra ruta: la Tejada de Tosande. 


Nuestra primera toma de contacto fue con el precioso y bien cuidado jardín interpretativo al lado del aparcamiento. Allí pudimos ver algunas de las muchas especies de árboles y arbustos que nos íbamos a encontrar en nuestro camino.

Sin pausa y pero sin prisa salimos al camino que baja en dirección al antiguo ferrocarril y pasando por debajo de él enseguida pudimos ver la majestuosidad del paisaje que nos iba a acompañar en el día de hoy.

El sendero, bien marcado en todo momento, nos lleva hasta una pequeña pradera para posteriormente adentrarnos en una pequeña garganta excavada por el arroyo de Tosande.

Nuestra caminata, ligera, amena, hablando de nuestras vidas, de nuestros problemas… no podían faltar las notas cómicas y algún que otro chiste. Nos incorporarnos a una pista, que se va adentrando en el valle entre variada vegetación: helecho, musgo, encinas, robles…La humedad del suelo era propicia para la existencia de hongos y matorral bajo: senderuelas, parasoles, yesqueros y multitud de especies más.


Es el momento en el que el valle se abre. Vemos ante nosotros un paisaje precioso, apacible. La verde pradera se ve rodeada por montañas y bosques. El lugar invita a relajarse, a disfrutar de la paz que nos rodea, tanto que al seguir embelesados con el paisaje nos pasamos el cruce de la tejada y seguimos adentrándonos en el valle. 
Hay que seguir todo recto, que yo ya he estad aquí (nosotros pensamos que en otra vida) – dijo uno de nuestros experimentados guías. Y cual corderillos todos a una seguimos disfrutando de tan maravilloso paisaje, sin darnos cuenta que el hayedo que protege la tejada lo dejamos atrás.

 

Calculamos que más o menos 3 kilómetros más adelante, y gracias a unos señores que nos dicen que ellos se han confundido y que por allí no se ve tejada ninguna. Esto nos hace ver nuestros mapas y voalá, efectivamente nos habíamos confundido, asique…vuelta, lo que supone alrededor de otros 3 kilómetros más hasta llegar al hito que marcaba el hayedo de la tejada. (En este punto hay que decir, que el cartel que lo marcaba estaba roto y yo creo que esa fue la razón de no verlo bien…).

Tras reponer fuerzas, comer unos frutos secos y un poco de agua nos disponemos a entrar en el bosque de hayas. Majestuoso, imponente, la ladera de Peña Orocada nos sorprende con un durísimo repecho. El corazón late a doscientos pero los escalones de madera del sendero nos ayudan en nuestra subida. 


En el primer descanso de la ascensión alguno de nuestros senderistas notan los primeros síntomas de la falta de ejercicio. “Es el mal de altura” – comenta alguno para disimular el deterioro corporal y las muchas horas de “sofín”. Después de las risas continuamos.
Avistamos los primeros tejos entre las enormes hayas, momento en el que el sendero se hace un poco más llano y el gran desnivel inicial desaparece. La tejada en su máximo esplendor la encontramos en una pequeña bifurcación. Tanto nos gustó que hicimos el recorrido dos veces…(otros cuantos kilómetros de más para nuestras piernas).
Seguimos hacia el sureste, de nuevo por el hayedo, hasta salir del bosque de tejos encontrando  un mirador con muy buenas vistas a la Montaña Palentina. Las fotos de rigor no se hicieron esperar y detrás de nosotros, magestuosa e imponente peña Oracada u Horacada.


Parada y fonda o seguir”. Decidimos seguir el camino, pues el cierzo a estas altitudes (unos 1550 metros) azotaba de lo lindo y no era plan de cogerse un frío de estos que nos tiene “pal arrate” unos días, asique comenzamos a descender por la ladera hasta adentrarnos en otro hayedo igual de imponente que el anterior. El camino, en zig-zag y con bastante humedad, lo tuvimos que hacer lentos y con cuidado de no caernos llegando de nuevo al fondo del valle, hasta un pequeño puente de madera que ya vimos en nuestro paso al comenzar la ruta.

Era el sitio apropiado. El bocata de tortilla no se hizo esperar. El tiempo nos regaló unos rayos de sol que nos ayudó a secar levemente las cazadoras humedecidas del esfuerzo que habíamos hecho. Las risas y la conversación amena eran continuas. El descanso, la comida, la compañía  y el buen ambiente…

Era hora de regresar. El cuerpo se quedó frío para alguno de nuestros montañeros. La subida fue dura y las ciáticas y los dolores musculares hicieron aparición en los maltrechos cuerpos de los más veteranos. 

Tomamos la misma pista por la habíamos comenzado la ruta vuelta hasta llegar al jardín de interpretación del valle. La última subida se hizo larga y la pendiente se dejó notar, haciendo que los más sufridos llegaran casi con la lengua fuera, sobre todo Kash.

La vuelta se hizo divertida, como el resto del día: parada para ver la iglesia románica de Moarves de Ojeda (y dar gusto a los artistillas), cafecito en Herrera de Pisuerga y como no, las cañitas del “después de…”.

Día completo ¿verdad?

martes, 6 de agosto de 2013

viernes, 2 de agosto de 2013

martes, 7 de mayo de 2013

Subida al "Gurugú"

Ruta del Valle. Subida al "pico Gurugú".

Retrasamos la salida una semana. El día 27, día previsto, el tiempo no dio tregua para realizar la ruta. Los caminos embarrados y la lluvia que cayó los días previos hizo que diéramos marcha atrás a nuestros planes. No obstante, este sábado, 4 de mayo, la luminosa mañana hacía prever un fantástico y soleado día. La ruta elegida: ruta del valle y ascenso al pico Gurugú o pico de Bocos.

Cartel identificativo del valle.
Partimos de la ermita de Nuestra Señora de la Zarzuela, situada a unos 500 metros de la localidad de Valdearcos de la Vega, en dirección sur. En primera instancia y fijándonos muy bien en el cruce de caminos, llegamos a Valdearcos y desde allí continuamos por un camino paralelo al arroyo del Cuco.
Cruce de camino.


Ermita de Nuestra Señora de la Zarzuela.
Al lado derecho de nuestro camino pudimos divisar los bancales de las laderas desde el fondo del valle.

Alrededor de 4,5 km. nos separan de la localidad de Bocos de Duero. Aquí confluyen las aguas del Cuco y el río Duero.









Seguidamente nos encontramos con el Pico del Gurugú, al cual ascendemos caminando entre lagares tradicionales. El ascenso nos duró unos veinte minutos y pudimos ir contemplando los fantásticos paisajes que ofrecen los valles de Duero y del Cuco.


El itinerario de ascensión está bien marcado. Un pequeño puente sobre el arroyo es el punto de partida hasta la cima, que espera a unos 867 metros más o menos. Todo el recorrido está perfectamente señalizado por balizas de la senda conocida como PRVA 9, que significa sendero de pequeño recorrido nº9.



Pico Gurugú.

Ascensión al pico.


Duros tramos con pendientes pronunciadas.

Aunque algunos tramos son bastante empinados, bien merece la pena un pequeño esfuerzo. 


Una vez en la cima, observamos el hermoso paisaje del valle, parte de la ribera del Duero y la desembocadura del arroyo del Cuco. También pudimos observar el puente de hierro  conocido como el Carrascal, de la antigua linea de Ariza.







Mirador del Gurugú.
Un cartel advierte del peligro de acercarse demasiado a los bordes del pico. Nos hallamos sobre unas paredes muy verticales en las que crían numerosas aves, entre ellas el buitre y el alcotán. Según diferentes documentos, por aquí solía venir Felix Rodriguez de la Fuente a observar y realizar estudios sobre ellas.
Cumbre y peligro.
Desde el pico también pudimos observar con claridad un camino que asciende hasta la planicie del monte que separa Bocos de Curiel de Duero: es la GR-14, que sigue el itinerario del Duero.

Después de reponer fuerzas y descansar un buen rato a la sombra de los árboles comenzamos el descenso y vuelta sobre nuestros pasos.